Su priemera Vez

Categoría: Tagu
Fecha: 11/10/2011 09:28:46
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No comprendía muy bien lo que estaba ocurriendo y mucho menos lo que había ocurrido. Estaba aturdida, y por demás confusa. Aún flotaba en el ambiente ese insufrible hedor que daban los jazmines que él le había mandado para reconquistarla. La vida es tan extraña. Los sentimientos se cruzan, se enlazan, se revierten y se convierten. Como puede amarse algo con locura, y al segundo odiárselo con toda el alma.

Ella debería haberse ido, pero se resistió, con todas sus fuerzas. Y finalmente logró quedarse, como lo había prometido. Jamás había roto una promesa (era una mujer de palabra) y mucho menos iba a romper la promesa que le había hecho al amor de su vida.

Finalmente algo hizo que se viera, y se vió a sí misma sin vida. Vió el que había sido su cuerpo, que yacía inerte sobre la alfombra empapada en sangre. Norberto lo había cubierto prolijamente con jazmines. Y puesto la cabeza prolijamente sobre el pecho, mirando hacia la puerta. La que nunca podría trasponer nuevamente por sus propios medios. En ese momento, todo comenzó a encajar, las piezas se unieron y los espacios en blanco se desvanecieron. Todos y cada uno de los detalles de su muerte se sucedieron nuevamente en ella. Sintió el filo de la Katana cortando su cuello, y su cabeza rodando sobre la alfombra.

Una mezcla de desesperación y alivio la invadió. Ahora era libre, solo debía encontrar un cuerpo, un nuevo hábitat le permitiría reencontrarse con su amor y vivir con él una vida plena y feliz. Recordaba cada paso del ritual. Lo había repasado y practicado con él innumerables veces. Era sólo cuestión de tiempo, sólo tenía que ser paciente.

Lo que Rita ignoraba es que inmediatamente después que se conoció la trágica noticia de su muerte, su amado emprendió un largo viaje. No quedo muy en claro si lo hizo embargado por la pena y la desolación. O como mecanismo de autoconservación, temiendo que Norberto viniera por él.

El tiempo transcurría y todos los esfuerzos de Rita por atraer un "nuevo cuerpo" eran inútiles. La leyenda del hombre poseído por la locura que dio muerte a su amante, creció y tomo vida propia en la ciudad. Cada habitante la repetía y agregaba nuevos datos y condimentos de su propia autoría que la hacían crecer más y más. Nadie quería vivir en ese lugar, tenía un signo demasiado trágico.

Muchos, muchísimos años tuvieron que pasar para aplacar los ecos del luctuoso suceso ocurrido en aquel sitio, y que se transformara en leyenda urbana. Hasta que un día Rita sintió y presintió a Hilda. Una joven independiente, que había quedado huérfana muy joven, era muy bella, y sabía muy bien lo que quería, al igual que Rita.

Hilda era maestra, y estaba a punto de casarse con Miguel, su novio de la infancia. En su vida todo era felicidad. Un día de camino a la escuela vió en un departamento un cartel de venta. A partir de ese momento no pudo apartar la idea de compararlo de su cabeza. El lugar era ideal, quedaba cerca de su trabajo y del de su futuro marido. Inmejorable.

No veía la hora de encontrarse con su novio y juntos ir a ver el lugar. Y así lo hicieron. Miguel adoraba a Hilda desde la primera vez que la vió jugando con su hermana en el jardín de la casa. Desde ese mismo momento no hizo más que complacerla.

Cuando se encontraron a la salida de sus respectivos trabajos. Hilda le contó emocionada su hallazgo. Hicieron una cita y fueron a visitar el departamento. Quedaron encantados con el lugar. Era luminoso, estaba muy bien ubicado. Y a pesar de estar en medio de la ciudad y ser otoño había allí un fuerte perfume a jazmines. Eso fue lo que los terminó de cautivar de ese sitio. El vendedor le hizo una rebaja considerable en el precio, él manifestó que "le gustaba ayudar a los jóvenes que comenzaban su vida".

Ellos se casaron en primavera, tuvieron una feliz luna de miel. También tuvieron una muy feliz vida juntos, aunque brevísima. Al año de casados él murió de una extraña enfermedad. Hilda estaba devastada, había perdido todo cuanto tenía en esta vida. Todo carecía ya de importancia, de valor, y de sentido. Así que se recluyó en su casa, y no quiso ver nunca más a nadie. Solo salía al caer la tarde, vestida de rojo, un rojo furioso.

Hilda fue la primera posesión de Rita y la más fácil que le ha tocado nunca. Ella sólo duerme y sueña con su amado, mientras Rita, habitando su cuerpo, busca desesperadamente al suyo.






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